Anochece en mi cuerpo el día
inyecta en él, su mirada la muerte
acaricia mis labios, mi pecho, mi sexo
Lame mi oído y mi ombligo,
me seduce con suaves pero heladas palabras
abraza mi ser y me hala hacia un remolino
de orgasmos mortuorios, de espasmos fúnebres, lúgubres.
Surge su osario de entre las sábanas
para alojarse en mi boca
siento deslizar su saliva profana
por las paredes de mi garganta
Se balancea en mi cerebro y en mis tobillos,
paraliza mi respirar,
me esculca bajo las axilas, entre el cabello
y se ríe jactanciosa a causa de mis últimas sensaciones
de placer y espanto.