En el corazón más
amargo el alba mece sombras de ruido.
Mancha corpórea, dolor
de ciénaga;
el silbido de la
ciudad es un tempano
y la nación del olvido
ha invadido el rincón privado;
todo préstamo caduca,
aunque no haya cobrador
la vida, espiral
constante terminada en estrella.
Afuera, el viento
fresco
las hojas en su indescriptible decoro, se
mecen;
Luz filtrándose por
las persianas,
el alba es un ladrón
curioso.