Que logró encontrar topacios en mis tierras
y erradicó las plagas que destrozaban mis huertos;
ella purificó mis raices mientras llovia el veneno del mundo.
Le debo a ella, aunque no esté,
todos mis frutos futuros.
A ella, a la niña del azucar y las caminatas nocturnas,
a esa niña yo le debo la vida y mis venas
y en mi nación jamás conocerá el olvido.