sábado, 6 de febrero de 2016

Carta a Ifigenia


Hoy pensé tanto en su persona que mi imaginación impulsada por tan melancólicos recuerdos, me llevó por los senderos que recorre; le vi abrazar una a una las oportunidades que la vida ofrece, hasta alcanzar el olvido de mi ausencia -le envidié profundamente-
Pero no piense mal  o se haga una idea equivoca de lo que con esto me propongo. Seguro estoy de que nuestros destinos juntos traerían consigo el advenimiento del caos en ambas vidas; y puesto que nuestras intenciones lejos están, de provocar esa serie de eventos fatídicos y desesperanzadores, conforme quedo, por no decir resignado, a simplemente transmitirle mis pesares y sueños además de verle no más de dos o tres veces por año, sabiendo así, que en el mundo aún pueden vivir las llamas en armonía con las flores.

Es importante que usted también sepa, que después de nuestra despedida sin imagen he recorrido miles de vías y contemplado igual número de paisajes y cuerpos amantes. Pero a veces, en las tardes frías me visitaba su olor cobijado por la niebla o despertaba en las mañanas con la cálida sensación de su aliento en mis pupilas ¡juro que incluso podía ver su voz bailando con la luz del alba! También es importante y se me hace indispensable que usted me crea, cuando le aseguro que ha sido una experiencia fascinante el conocerle, una aparición exquisita hecha de cielo y averno en iguales proporciones; mi corazón y mis pasos le han pertenecido desde entonces y la amarga pasión del desvanecimiento me acaricia la espalda y se balancea en mis tobillos, aún así, me invento otros sentires e intento convencerme de que la he olvidado. Hasta que el destello de su lejana presencia inunda mis arterias... Es usted tragedia griega y el clamor más profundo de mi mundo.  

                           Con algo inmenso y contenido quedo
L. U. Madrigal

Luna,
Espejo de mi alma
anhelo inalcanzable
por qué dejas de mirarme
cuando la poesía me abandona