Cambian sus formas bajo el sombrío espejo,
se conocen los dolores, no respetan el silencio,
vienen desdentados desde puerto antiguo;
es la noche su morada, la vida su recuerdo,
nada importa,
excepto esquivar la luz cegadora de los faroles.
Sus risas, el mejor de los vinos,
enmarcadas en barriles de euforia; bodega de muertos.
Las cosas más simples en un mundo acolchado,
palabras mutando en alfileres,
parece no importarles:
los anuncios se cortejan en destellos,
hambre militante, sangre en mitad de la calle.
Es pura la pasión, el desaliño indomable,
fascinante situación, inicua…
en claroscuro cualquier lugar es suspiro,
los sócalos de sus pasos abren dimensiones enamoradas.
Todo tiene un final,
gritan cansados,
se abrazan y mienten, la anestesia se convirtió en cadáver;
el último farol amarillo ilumina la conciencia,
incinera el corazón.
El piso está frío,
todo duele
todo importa,
es un tormento agudo
el del adiós.
el del adiós.